lunes, 25 de abril de 2011

Brazos de seda, arrullo continuo, imán de deseos.
Mientras tus cabellos que flotan como hebras de oro, se enredan en mis brazos, rozan mi rostro y bajan hasta tocar tus extremidades de alabastro.

Tus brazos acojen historias y sostienen las mías, las que se han labrado entre sollozos, las que cantan de alegría.
Un secreto entre ellos, un sendero inconfundible, un horizonte para un inexperto navegante.

En esos suaves, gráciles y delicados arcos, me he vuelto un experto buscador de tesoros. He descubierto que son el primer punto de contacto, el espacio justo para ponerse a cubierto, para esperar tiempos mejores, para comenzar la conquista, el asalto de una nueva fortaleza, la que me pertenecerá porque se rinde a mi llegada.

Baja hacia mí esos puentes levadizos, déjame llegar a ellos, enseñorearme en el paisaje que se adivina en su apego, en tu abrazo.

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