lunes, 25 de abril de 2011

Brazos de seda, arrullo continuo, imán de deseos.
Mientras tus cabellos que flotan como hebras de oro, se enredan en mis brazos, rozan mi rostro y bajan hasta tocar tus extremidades de alabastro.

Tus brazos acojen historias y sostienen las mías, las que se han labrado entre sollozos, las que cantan de alegría.
Un secreto entre ellos, un sendero inconfundible, un horizonte para un inexperto navegante.

En esos suaves, gráciles y delicados arcos, me he vuelto un experto buscador de tesoros. He descubierto que son el primer punto de contacto, el espacio justo para ponerse a cubierto, para esperar tiempos mejores, para comenzar la conquista, el asalto de una nueva fortaleza, la que me pertenecerá porque se rinde a mi llegada.

Baja hacia mí esos puentes levadizos, déjame llegar a ellos, enseñorearme en el paisaje que se adivina en su apego, en tu abrazo.

viernes, 15 de abril de 2011

Ariadne

Naturalmente hilaste tu tela,
no lo notaste, pero me fui enredando en tus cabellos.
Salir... no podía, no quería, elegí ser enredado.
Desda cada uno de ellos había un llamado, un toque, un contacto leve.

Luego, flotaba, se extendía, cautivaba mi mirada
y el mundo desaparecía tras la cabellera
en un sentido, en otro, derecha, izquierda...
y el perfume que emanaba me embriagaba,
el tacto repetía lo que los ojos ya avisaban:
es una diosa que ha caído, no, sí, no...
Yo fui el caído, el que sucumbió para no volver a ponerse en pie,
al menos no si tú no lo pedías, si no lo susurraste en mi oído...

¡Qué importa ahora!, ahora que la araña ha envuelto mi cuerpo en la tela,
en sus encantos, en todo momento, sueños, esperanzas, deseos...
Ariadne, enseñas a miles de Penélopes a ser como tú,
ninguna lo ha logrado, ninguna ante mis ojos se compara, ninguna tiene tus cabellos y, en ellos, mi corazón envuelto.