jueves, 13 de enero de 2011

Ladrón de sueños...

Robar es malo, lo sé, pero robar sueños...
Si el objeto robado no aparece, si no hay causa sin riesgo de locura,
Si tampoco hay propiedad menos tangible, si no hay asomo de posesión más imprecisa.
¿De qué me acusarás? ¿De tu inquietud?
¿De volverme un tema recurrente? ¿De no dejarte tiempo de descanso?
¿De mantener ocupadas tus ansias nocturnas?
Sólo ante ti me declaro culpable, ante el mundo alegaré siempre inocencia,
porque si de acusar versa el asunto, yo tengo que realizar la misma queja.
Peor, sin embargo, que el acto ilegal es el vehículo, el medio a través del cual se realiza el delito,
porque, como es un sueño lo robado, fue en un beso furtivo que perdiste,
el sosiego, el descanso y la cordura.
Como robar es malo, lo sé, sólo ante ti me declaro culpable.

lunes, 10 de enero de 2011

Manos

En tus pequeñas manos, para mi sorpresa, cabe un mundo.
Tal vez no muy grande, tal vez limitado, simple como un camino de campo: mi mundo.
En tus manos cabe una vida. Una de esas que se entrega día a día. Una de esas que pasa desapercibida, callada, casi transparente: mi vida.
En tus manos cabe un cuerpo, no uno entero, de los pies a la cabeza, sino uno que se sostiene en lo esencial: mi corazón.
En tus manos, pequeñas manos, cabe lo que importa, toda la belleza de la tierra. Porque contienen un mundo, una vida, un corazón...
En tus pequeñas manos, he descubierto, por fin, que quepo yo.

jueves, 6 de enero de 2011

Refugio

Un paisaje, un paisaje al alcance de la mano. Uno que se recorra lentamente y que se disfrute el viaje de principio a fin.
Un paisaje donde me pueda perder, dormir en sus colinas, fundirme en sus profundidades.
Un espacio donde las lágrimas sean absorvidas por la tierra y convertidas en piedras.
Será mi refugio, mi retiro y crecimiento; será mi propiedad, aunque ya sea de otro.
Escuchará mi voz y cobrará vida, florecerá, resurgirá y será el paisaje más bello.
Todo, todo al alcance de mi mano, pequeño paisaje.

miércoles, 5 de enero de 2011

Si una hoja...

Si una hoja no hace ruido, al menos para mi oído al caer ¿por qué tu llegada a mi vida agitó todo y fue como miles de ríos al mismo tiempo?
Porque abrí la puerta y te tomaste la casa.
Tus cabellos, querida Ariadna, son como hilos que me obligan a seguirte, me pierdo en ellos, entre el perfume y la vida que sugieren...
Luego, mis ojos quedan firmemente prendidos a las sinuosidades del paisaje de tus formas y ahí me pierdo...
Vuelvo a sentirme desarmado, mi seguridad cae al piso, vuelve mi infancia, titubeo, sigo, me detengo, dímelo...
Mejor no, mejor no digas nada, mejor no digo nada y continúo en mi invisibilidad admirándote.
Aunque algún día, a solas, te pediré la respuesta, la fórmula del encanto en que hoy me encuentro voluntariamente atrapado.
Soy una hoja, ahora, mecida por tu viento.